Curaciones criollas
de caballos
 

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Nos dice el padre de la Ciencia Folklórica, Juan B. Ambrosetti (Supersticiones y leyendas en la Argentina, Supersticiones gauchas): "En nuestra inmensa campaña, dedicada como está en su mayor parte a la industria pastoril, el caballo es el brazo derecho del paisano, que sin él no podría llevar a cabo los variados trabajos de campo, ni franquear como está obligado a hacerlo cotidianamente, las grandes distancias que separan un punto de otro.
De aquí el gran cariño que profesa por los caballos propios
, a los que cuida, curándolos cuando se le enferman, con procedimientos y remedios tradicionales, bárbaros casi siempre y mezclados a prácticas de superstición pura, pero que le merecen la mayor fe".

En Tafí del Valle, el señor Aurelio Tolaba, que durante años velara por los caballos de la familia Molina-Zavalía, conocía un sinnúmero de métodos para la cura de los caballos, a continuación enumeraremos algunos:

Moquillo: para Ambrosetti es una especie de catarro que ataca a los caballos en cierta época, cuando lo sufre, el caballo moquea constantemente, a lo que se le agregan una seguidilla de estornudos y tos. Es cura tradicional en los Valles untar con un poco acaroina en los ollares (narices) y agregar aceite quemado (el ya utilizado por las máquinas) en las sienes y parte posterior de la carretilla del caballo; a partir de allí darle un uso, pero sin abuso durante un tiempo.
Otros métodos, en este caso indicados por Ambrosetti, muchos de ellos de fines del siglo XIX y principios del XX son:
- Sahumar al animal haciéndolo respirar el humo de un trapo usado por hombres; una brasa dentro de un atado de lana negra (San Luis), o una bayeta colorada en otros lugares.
- Hacer reventar el moquillo obligando al animal a grandes esfuerzos, o bien aplicando golpes y presiones en la zona de moquillo para que al fin reviente.

Aguas menores: así llamada la orina en el campo. Por lo general pueden curarlo los hermanos mellizos, la cura consistía en hacer oler la zapatilla de un mellizo mientras el otro le hace una cruz en la zona posterior de la panza, cerca de la verija, luego de esto se dan dos galopes alrededor de un corral no muy grande turnando uno y otro hermano; si la cura no surte efecto la primera vez, se debe probar en los días posteriores.
En algunos casos, tal el de mi querido colorado Riera, que meaba sangre luego de un gran esfuerzo con el posterior estancamiento de aguas menores, entonces volteábamos al animal y le dábamos cada tanto mate cocido con leche, para que "cicatrice el riñón", luego la cura de mellizos.
Ambrosetti nos propone:
- Cortar los pelos de las ranillas de una pata y una mano, alternadas; dan tres puñetazos en el ijar del enfermo, sangrándolo, luego, en el paladar.
- Hacerlos galopar largo rato, desmontar e imitar con la boca el ruido de una ventosidad, a lo que no falta quien agregue una colocación de un poco de ají en el pene del animal.

En todos los casos pareciera que lo que surte efecto es el masaje de la vejiga.

Desconocimiento del dueño: cuando un animal desconoce a su jinete, en especial en los caballos recién domados o enfrenados, lo que sugería don Aurelio, era orinar el freno del animal y luego ponérselo... al cabo de un tiempo el flete dejaba de desconfiar.

Prevenir el nío: este yuyo, que algunos prefieren llamar romerillo, produce un terrible chucho en los animales a los que puede llevar a la muerte. Para evitarlo hay que curarlos; la cura consiste mas o menos en quemar una planta de nío, y con sus cenizas refregar los dientes del caballo, luego hacer oler una planta verde; de esta manera el flete no comerá el vegetal, abundante en zonas húmedas, y evitará una dolorosa muerte.

Mataduras: son las lastimaduras que el animal suele sufrir en el lomo (malos ensillados) o en sobacos y verijas (malos cinchados). Para curarlo suele utilizarse un hongo de una variedad blanco y en forma de globo de unos 10cm de diámetro que suele encontrarse en los cerros tucumanos. Cuando el hongo esta seco, se lo machuca y se unta el polvo en la zona afectada. También suele usarse aceite quemado, que de esa forma no deja entrar a la mosca al lastimado.
Ambrosetti prescribe:
- aplicar grasa de puchero mezclada con tizne de olla; rociarlas, en verano, con agua de jabón y en invierno con grasa de potro. Pero, sobre todo y en cualquier época, orines humanos descompuestos.

Gusanos: es de lo más común el embichamiento de los animales lastimados, especialmente en verano, para curar el gusano, el dueño debe meter la mano en el lastimado y SIN ASCO sacar las larvas. En algunos casos los curanderos suelen decir unas palabras ceremoniales entre dientes. Una vez lavada completamente la herida, repetimos: SIN TENER ASCO, suele cubrirse la herida con aceite quemado o con ceniza (el primero es más utilizado pues resiste la inclemencia del tiempo con más efectividad) para evitar le reimplantación de huevos.
Ambrosetti nos da algunas ideas:
- Ya sea colgar del cuello un cráneo de perro, una pata de oveja, un pedazo de cuero sobrante, de lo que llaman garra, que lleva un agujero por donde pasa el tiento que lo sujeta o ya un collar de paja trenzada.

Desortijada: en este caso la cura es casi la misma que propone Ambrosetti: atar unas cerdas de la cola del animal en la pata contraria a la lastimada por arriba del nudo. Suele usarse una lana roja también.

Animal cansado: al caballo que se la ha exigido demasiado suele abotagarse y a esto se le llama pasmar. A los caballos pasmados se los suele curar haciéndole un pequeño corte, preferentemente, en la punta de la oreja. En otros casos en la punta de la lengua o en el paladar.

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