Carballito

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El Dr. Bernardo Canal Feijóo le dedica mucha atención a este culto pagano. Pero es del profesor Félix Coluccio en su Cultos y Canonizaciones populares Argentinas de donde nos orientamos para esta sección.

Cuenta la historia que Carballito era un linyera ciego que vivía en Santiago del Estero, y que unos malevos, mediante engaños lo tentaron para llevarlo hasta Tucumán, en la zona del Puente de los suspiros (zona norte de la ciudad) lo ataron a un árbol y después de torturarlo lo ataron con alambres y le dieron muerte.

El Dr. Canal Feijóo nos cuenta que el cadáver de Carballito fue encontrado varios días después: intacto y próximo a un arroyo de agua cristalina (que se cree nació luego de la muerte del ciego). La gente, para rendirle culto hizo cruces de algarrobo y las desparramó por el campo.

Este culto, con algunas distorsiones se difundió por Salta y los Valles. En las investigaciones del profesor Coluccio surge que en La Candelaria (Salta) existió un obrero que fue enterrado vivo, en Anta (Salta) aseguran fue muerto por la policía, en esta zona hay covachas que llaman "carballitos" y de donde se dice brota agua; también hay carballitos en los caminos. Nos cuenta Coluccio que los promesantes de Carballito deben guardar y vestir riguroso luto.

El poeta León Benarós narra excelentemente la historia de Carballito en su Romancero Criollo:

CARBALLITO

Atiendan ricos y pobres.
Siempre hay algo que aprender.
Mucho tiene que decir
el que vive para ver.

La tierra no hace distingos.
Nadie se muestre altanero.
Les voy a contar, señores,
la vida de un limosnero.

En el Tucumán vivió,
humilde como un bendito.
Era querido por todos.
Lo llamaban Carballito.

Quién sabe si en años mozos
conoció tiempos mejores.
Puede que tuviera halagos
y que supiera de amores.

Tal vez la mano nudosa
que estiraba, lastimero,
había empuñado un día
la lanza de montonero.

Mas la luz faltó a sus ojos
y, en esa fatalidad,
sólo encontró por remedio
vivir de la caridad.

Con el bastón de naranjo,
con ese rostro cetrino,
con esa barba de plata
parecía un peregrino.

Tomando el sol de los pobres
solía dejarse ver,
o en el portal de una iglesia
pedía para comer.

Si por los barrios tranquilos
iba implorando mercedes,
causaba pena mirarlo
ir tanteando las paredes.

Un día, dos desalmados
que llegan a conocerlo,
por el gusto de hacer mal,
lo invitan para perderlo.

y con atenciones mil
y promesas zalameras,
engañando al inocente
lo sacan a las afueras.

Era una tarde en que el mundo
se diría estar parado.
Ni una hoja se movía.
El cielo estaba nublado.

Entre tamaña quietud,
justamente parecía
que no respiraba nadie,
que ni una planta crecía.

De su existencia deciden
al llegar a un montecito.
Por horas puede contarse
la vida de Carballito.

Cuando el sol, avergonzado,
se oculta en el horizonte,
sujetan al infeliz
a un algarrobo del monte.

Nunca, en todo Tucumán,
igual infamia se ha visto.
Allí 10tratan a golpes
hasta dejado hecho un Cristo.

A su suerte 10 abandonan
para que se muera de hambre.
Por las dudas, 10 aseguran
con varias vueltas de alambre.

Pasa un día, pasan dos
y, al cabo de una semana,
dos caminantes sedientos
lo encuentran una mañana.

Algo que no es de este mundo
se muestra en el cuerpo magro.
La cara parece viva,
como cosa de milagro.

Donde, rendida de sed,
se detiene aquella gente,
al lado de Carballito
ha nacido una vertiente.

Que brota apuntando al cielo,
como si Dios ordenara
que el alma de Carballito
subiera en el agua clara.

Jamás en aquel lugar
faltaba algún promesero.
Muchos hombres y mujeres
se pusieron luto entero.

Pero pasando los años
de tan triste sucedido,
Carballito y sus milagros
se fueron rumbo al olvido.

Ya ni la flor más humilde
sobre su tumba se ve.
Hasta el pasto se le atreve.
Todos le pierden la fe.

Quizá, sin la devoción,
se queja su alma y suspira.
(La vida de un muerto dura
lo que el recuerdo la estira).

Ya descansa entre los mansos,
ya Carballito murió.
Así es el mundo, señores.
Hoy somos, mañana no.

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