Tormentas

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Se evitan o se disminuyen sus efectos pronunciando algunas palabras secretas. En los valles calchaquíes las hachas son empleadas con ese propósito. En la campaña rioplatense se recita la siguiente oración: Jesucristo, Rey de Gloria, Dios hecho hombre vino en paz, Jesucristo reina, Jesucristo vence, Jesucristo nos defiende de todo mal, uno abrió sus costados, al momento salió agua y sangre. Sálvame Dios mío, tú santísimo nombre, en virtud de tus llagas, Santo Dios, Santo fuerte, Santo Universal ... Iíbranos Señor de todo mal. (Se hace la señal de la cruz).

Hacia fines del año '84, nos encontramos perdidos en un puesto entre Raco y Tafí del Valle (Tucumán), de a caballo lloviendo a cántaros y en medio de los cerros. La tormenta era impresionante y al estar situada la casa a pocos metros de la cumbre, el olor a azufre de los rayos, y las centellas que pasaban, realmente producían un efecto devastador en nuestra valentía.

De repente, la dueña de casa (madre de dos hijos con algún retardo), con sus pelos blancos y despeinados (en el cerro suelen soltarse el rodete que usan todo el día para ir a dormir), sacó un machete y levantando un poco de cenizas del lugar donde cocinamos la comida, salió a la lluvia y arrojando las cenizas al aire, antes de que caigan las "cortó" con una cruz dibujada imaginariamente. Como por arte de magia desaparecieron los rayos, las centellas y sólo se oía el alegre chaparrón. Un misterio que nunca pudimos develar como tampoco cerrar la boca ni pegar el ojo en toda noche. Vivencia de un grupo de viajeros de a caballo por los cerros tucumanos entre los cuales se encontraban: Víctor "Vitín" Molina, Pedro "Cacho" Lobo, José "Pita" Poviña, Miguel Fazio y el narrador: Eduardo "Nono" Ocaranza.

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