Loros y catas

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Nos relata Rafael Cano en su siempre vigente "Del tiempo de Ñaupa", que ya desde principios del siglo XIX era muy común encontrar loritos o catas en las casas; "Desde que se establecieron en el aís los conquistadores españoles, tomaron gran apego a cotorras y loros, impresionados con sus vistosos plumajes y confusos palabreso", dice el investigador Cano.

Para cuando él escribió su libro, en 1930, expresaba: "Recuerdo que mis vacaciones escolares solía pasarlas en la finca hogareña y tradicional de la familia, sita en "El Portezuelo", departamento de Valle Viejo (Catamarca). Dos días anteriores a mi partida de la ciudad, recibía pedidos por catas y loros que me formulaban amigas y condiscipulos, más o menos en estos términos: 'No te olvides de mandarme una pareja de catitas, pero que sean habladoras....'".

Hoy en día es común oir, especialmente en el campo o en casas humildes de las periferias ciudadanas del Norte Argentino, el cotorreo, especialmente en días que arrecia el sol.

La virtud que tienen estas avecitas, es su sociabilidad, a la que sin duda, debemos agregar su celo, ya que al desconocido, no dudarán en darle un agresivo mordiscón.

Generalmente son arrancados de su nidadas, algunas en lo barrancos (de allí el de Loro barranquero), otras en los grandes árboles o en los altos postes de luz de la ruta. Una vez en casa se les cortan las alas y cola para que eviten su huída.

Es conveniente tenerlos de recién nacidos, para facilitar el aquerenciamiento. En un principio debe dárseles la comida en la boca (migas mojadas en agua o leche), con el tiempo tomarán la habilidad de comer mijo o semillas de girasol.

Dicen los "conocedores" que es bueno darles pan con vino o fernet con coca para que se "machen" un poco y así sueltan la lengua con más facilidad. En realidad, las cotorras y los loros chicos, poco hablan, pero tienen un parloteo muy simpático.

Nos dice Rafael Cano que en Catamarca, La Rioja y Tucumán, especialmente, las especies más comunes son "los loros comunes y los 'barranqueros' o 'callancatas', que tienen plumas tintas en sangre en el extremo de las alas. Callancata en quichua, significa: 'cotorra que rompe o cava'. Es un loro chico, de un verde fuerte y costumbres salvajes, que lanza gritos desagradables y construye su casa (huasi) en las cuevas de las barrancas".

"Del mismo tamaño a estos últimos, existe otra familia que allá en el norte argentino conocemos con el nombre de Catas (cotorras) y que es un abreviación de 'Callancatas'".

El mismo Cano nos refiere que existe una gran cantidad de versos para enseñar a loros y catas y que "la mayoría de ellos pertenecen al período que media entre los años 1820 y 1900".

Canta catita.
No puedo catnar.
Estoy ronca
Del pecho
No puedo entonar.

Canta catita
Con la patita
En la barranquita
La Juana cotuda

Catita pintada
en la Vera Cruz criada
un pícaro fraile
me trajo robada

Catita de la planta
que pasea y canta,
catita de la torre
que pasea y corre

Sin duda, actualmente los changos suelen enseñarles marchas políticas o malas palabras, que es lo que hace reir a los visitantes. En un principio se tiene a estas amigables aves en una jaula, pero al poco tiempo se encariñan con sus amos y con la casa y suelen andar sueltos.
Hay que tener mucho cuidado con pisarlos, ya que cuando caminan lo hacen agachados y dificultan su visión por su calidad en el camuflaje. Este tipo de muerte es la más común en las catitas y loros chicos.

Sobre sus características fisicas y sociales, nos referiremos en el apartado Las Aves Nuestras, de la sección Biología.

 

 

 

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