El payador

Al Dr. Augusto Raúl Cortázar.
In memoriam.
 

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De José Santos Varela
-un hombre que ya es difunto-,
les digo que fue el mejor
payador de contrapunto.

El mejor -para mi juicio-
De los que yo conocí.
Tal vez, comparando, algunos
no quieran pensarlo así.

Poco sé de los antiguos.
Quien le gane, no ha nacido.
Cantó y murió como un hombre.
Que no lo tape el olvido.

En Azul fue domador,
y en la estancia Los Cardales
supo tener buena mano
para sosegar baguales.

Pero ya la inclinación
al contrapunto traía
y, en cuanta fiesta se armaba,
payaba por fantasía.

Allá por la Magdalena,
donde llegó de cantor,
tuvo por demás halagos
como buen concertador.

Cuando algún alabancioso
de payador alardeaba,
mansamente se ofrecía
y el contrapunto aceptaba.

Y al concertar sobre cosas
de lo humano y lo divino,
al atrevido dejaba
en la mitad del camino.

Supo responder a todo
improvisando con brillo.
A veces, se vio forzado
a "payar" con el cuchillo.

Pues quien se siente humillado
no se va sin el antojo,
y más de algún perdedor
queda con sangre en el ojo.

Así que llega el instante
de poner al lance punto
y de que hablen los facones,
aunque en otro contrapunto.

Se topan luego dos hombres
que no se aguantan el genio
y saltan y refucilan
chispas que no son de ingenio.

Desde Dolores a Monte
iban dejando una estela
las mentas bien merecidas
de José Santos Varela.

Yo lo conocí en Maipú,
donde llegó de mocito
y payó de contrapunto
en la Esquina del Jarrito.

¡Qué fintas, qué atropelladas,
qué concertanzas, qué flores
en ese truco y retruco
de mozos concertadores!

Por horas y horas, allí
a todos nos tuvo en vilo,
pues sus razones tenían
punta, contrafilo y filo.

Y medio como chuceando,
y sin perderle el respeto,
al contrario bien sabía
ponerlo en un duro aprieto.

También se las atajaba
con advertencia y cuidado,
porque para preguntar
el otro no era quedado.

Así anduvieron pujando,
igual que en una pulseada,
hasta que, al fin, a Varela
se la dieron por ganada.

Pues preguntó en la ocasión,
sin obtener la respuesta,
"qué cosa es la que más vale
y cuál la que menos cuesta".

Y aclaró certeramente,
para dejarla explicada:
"La que más vale es la vida,
porque sin ella no hay nada".

Y dijo también después,
sin que a ninguno desaire:
"De las cosas de este mundo,
la más barata es el aire".

Otra vez, en Chascomús,
un payador, Juan Vilar,
como haciéndose el chiquito,
medio lo quiso topar.

Y al concertarse el encuentro,
en cuantito se afirmó,
con afiladas preguntas
a Varela lo apuró.

De entrada, nomás, le suelta
una demanda endiablada:
"Diga la distancia que hay
desde el todo hasta la nada".

Y le responde Varela:
"Ha de ser, a mi entender,
la misma que se calcula
desde el ser hasta el no ser".

Ya medio Vilar se encona
y replica: "Afírmese
y diga dónde está oculto
el fuego que no se ve".

Y contesta ese Varela
sin ninguna dilación:
"En el centro de la Tierra
y en mitad del corazón".

Porfía Vilar y exige:
"Dígame, cuando le cuadre,
cuál es el mayor dolor,
después de perder la madre".

Y responde ese Varela:
"Por hombre y por dignidad,
el mayor dolor, entonces,
es perder la libertad".

Y ya pregunta Vare1a,
y ya nomás me lo apura,
y ya de hijo lo tiene,
lo mismo que a criatura.

Y a ese Vilar le propone:
"Dígame, por gusto y gana,
cuántas partes se distinguen
en un estribo campana".

Y medio Vilar rumbea
ante el hombre que lo arrolla,
y le responde en el caso:
"Arco, baranda y argolla".

"Le acepto -dice Vare1a-,
pues no ha contestado mal.
Mas no sabe dónde pisa,
pues se olvidó del plantal".

"Y hablando de bichos criollos,
diga, de manera franca,
de qué color es el huevo
que pone la garza blanca".

Se desconcierta Vilar,
y Vare1a: "Aunque le cueste
-le dice-, usted ha perdido,
y el huevo es azul celeste".

En el Tandil, otra vez
en la Esquina de Gordillo,
payaron de contrapunto
Varela y Jacinto Trillo.

Famoso era el Trillo aquél,
tenido como primero,
y se amuchaban sus mentas
de payador juninero.

Lo dejó entrar en confianza
para apretarlo al final:
"Dígame -empezó Varela-
cuál es el más fácil pial".

Y le responde ese Trillo
como llevándolo en anca:
"Sin revolear y a las manos,
es el tiro de payanca".

Luego Vare1a lo exige:
"Diga, si de bichos sabe,
cuántos huevos pone el tero
y dónde anida tal ave".

Y al ver que todos callaban
y estaban como en el teatro,
aclara: "Anida en el suelo
y pone siempre de a cuatro".

Otra vez, en Chivilcoy,
con un tal Floro Godino,
se presentó la ocasión
de payar a lo divino.

Y pregunta ese Varela:
"Dígame, cuando le cuadre,
del sabio rey Salomón
quién fue justamente el padre".

Callado queda el contrario
y, terminando la lid,
al tiro dice Varela:
"Sepa que fue el rey David".

Así paya ese Varela,
sin hallar quien se le oponga.
Se acompañaba por cifra,
aunque también por milonga.

Cuando Arias y aquel Racedo
chocaron en Puente Alsina,
dejó la guitarra a un lado
y agarró su carabina.

Murió en junio del 80,
cuando la revolución,
vivando a ese Hilario Lagos,
porque era hombre de opinión.

Jueves, 11 de mayo de 1972.

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