LA LEYENDA DEL MOJON

De: GULLACE OSCAR SILVIO

Llovía torrencialmente, y en la estancia del Mojón, 
como adornando el fogón, estaba toda la gente. 
Dijo un viejo de repente: Les voy a contar un cuento, 
aura que el agua y el viento train a la memoria mía 
cosas que naide sabía y que yo diré al momento. 
Tal vez tenga que luchar con más de un inconveniente, 
pa' que resista la mente el cuento sin lagrimear, 
pero Dios que supo dar paciencia a mi corazón, 
tal vez venga esta ocasión a alumbrar con su reflejo 
el alma de un gaucho viejo que ya lo espera el cajón. 

Hay cosas que yo no puedo detallar como es debido, 
unas, por que se han perdido y otras por que tengo miedo; 
pero ya que en el enriedo los meti, pido atención, 
que, si la imaginación me ayuda en este momento 
conocerán por mi cuento " La leyenda del Mojón". 
Alcancemen un amargo pa' que suavice mi pecho, 
que voy a dentrar derecho al asunto por que es largo; 
haré juerza sinembargo pa' llegar hasta el final, 
y, si atiende cada cual, con espiritu sereno, 
verán como un hombre gueno llegó a hacerse criminal. 

Setenta años, quien diría, que vivo aquí en estos pagos 
sin conocer mas halagos que la gran tristeza mía; 
setenta años no es un día, pueden tenerlo por cierto, 
pues si mis dichas han muerto, aura tengo la virtud 
de ser pa' esta juventud lo mesmo que un libro abierto. 
Iban a golpear las manos por lo que el viejo decía, 
pero una lágrima fría los detuvo, a los paisanos. 
No se asusten si mi cuento les recuerda en éste día 
algo que ya no podía ocultar mis sentimientos. 

Vuelquen todos un momento la memoria en el pasado, 
que allí veran retratao con tuitos sus pormenores 
una tragedia de amores que el silencio ha sepultao. 
Hay sentimientos humanos -dijo el viejo conmovido- 
que los años con sus ruidos no borran de mi memoria, 
y éste cuento es una historia, que pa' mi no tiene olvido. 
Allá en mis años de mozo, y perdonen la distancia, 
sucedió que en ésta estancia hubo un crimen misterioso. 
En un alazán precioso llegó aquí un desconocido, 
mozo lindo, muy cumplido, que al hablar con el patrón, 
quedó en la estancia de peón, siendo despues muy querido. 

Al poco tiempo nomás el amor lo picoteo 
y el mocito se casó con la hija del capataz; 
todo marchaba al compas de la dicha y del amor, 
y pa' grandeza mayor Dios les mandó un cariño, 
un blanco y hermoso niño, mas bonito que una flor. 
Iban pasando los años muy felices en su choza, 
ella alegre y guena moza, el juerte y sin desengaños. 
Pero... misterios extraños, llegaron... y la traición 
deshizo del mocetón sus mas queridos anhelos 
y el fantasma de los celos se clavó en su corazón. 

Aguantó el hombre callao hasta dar con la evidencia, 
y un día fingió una ausencia que jamás había pensao. 
Dijo que tenía un ganao que llevar pa' la tablada, 
que era una guena volada pa' ganarse algunos pesos, 
y así, entre risas y besos, se despidió de su amada. 
A la una de la mañana, del otro dUa justamente, 
llegó el hombre de repente convertido en fiera humana; 
de un golpe hechó la ventana contra el suelo en mil pedazos 
y avanzando a grandes pasos, ciego de rabia y dolor, 
vió que su único amor descansaba en otros brazos. 

Como un sordo movimiento enseguida se sintió, 
después un cuerpo cayó, y otro cuerpo en el momento, 
ni un quejido , ni un lamento, salió de la habitación, 
y pa' concluir su misión cuando los vido' dijuntos, 
los enterró a los dos juntos donde hoy está ese horcon. 
En la estancia se sabía que la ingrata lo engañaba, 
pero a el naide le contaba la disgracia en que vivía, 
por eso la polecía no hizo caso mayormente, 
pues dijeron: La inocente se jué con su gavilán... 
Y en cambio los dos estan descansando eternamente. 

Ahijuana! -Gritó un paisano- Si es así lo que habla el viejo, 
ese era macho, canejo; yo le besaría la mano. 
"Yo soy" -Le gritó el anciano- venga mijo béseme... 
Yo jui mijo el que maté a su madre desgraciada, 
por que en la cama abrazada, con otro, yo la encontré. 
Hizo bién, taita querido. -Gritó el hijo sin encono-. 
Venga viejo lo perdono, por lo tanto que ha sufrido; 
pero aura taita le pido que no la maldiga más, 
que si jue mala y audaz, por mi, perdónela padre, 
que una madre siempre es madre, déjela que duerma en paz. 

Los dos hombres se abrazaron como nunca lo habían hecho, 
juntando pecho con pecho, como dos niños lloraron, 
padre e hijo se besaron, pero con tal sentimiento, 
que el humano pensamiento no puede pintar ahora 
la escena conmovedora de aquél trágico momento. 
Los ojos de aquella gente con el llanto se inundaron, 
y todos mudos quedaron bajo un silencio imponente. 
-Volvió a decir nuevamente-"Allí estan en el Mojón" 
y poniendo el corazón el anciano en lo que dijo, 
le pidió perdón al hijo... y el hijo le dió el perdón. 

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