El marciano - Chamamé.

Vengo contento, muchachos,
les juro que yo lo he visto:
era un hombre pequeñito,
me dijo que era un marciano,
bajó del cielo, me dio la mano,
gritando: ¡ay gente, ché ruvichá!,
chamigo, ¿que hacés acá
con sombrero y con polainas?;
le dije: espero a mi guaina
pa' bailar un chamamé.

Me miró, se sonrió,
me abrazó, lo abracé,
y dijo que los marcianos
también bailaban el chamamé.

Ahí nomás lo llevé
pa'l rancho de Ña Cayé
¡hay que ver cómo el marciano
se entreveraba entre los tagüé!

Lo acompañé hasta la puerta
cuando terminó el bailongo
y me dijo: le propongo
a subir en mi aparato
que, aquí a la güelta tengo hace rato
bien amarrado mi volador:
es un plato, sí señor,
que cruza la estratosfera
y que, en una gran carrera,
hasta Fangio se asustó.

Me miró, se sonrió,
me abrazó, lo abracé,
y dijo que a los marcianos
le' enseñaría este chamamé.

Ahí nomás se perdió
no lo vi nunca más
y así terminó la historia
de un marciano en la ciudad.

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